<<¿Qué vamos a hacer?>>, gritan en corro niños de 11 años antes de empezar el partido. <<¡Ganar, ganar y ganar!>>, responden al unísono. ¿Dónde quedó aquello de que lo importante era participar? Pues bien, un reciente estudio de la Diputación vizcaína con la colaboración de la Federación de fútbol del mismo territorio ha concluido que en un 15% de los partidos analizados se dieron casos de violencia, fuera física o verbal. Y eso tras analizar 346 actas arbitrales de la temporada pasada en categorías que iban desde benjamines hasta infantiles.
El deseo de ganar siempre, el interés por derrotar como sea a un determinado equipo o la importancia de un partido para la clasificación hace que padres o entrenadores olvidemos el lado lúdico y formativo del deporte y nos comportemos de forma poco didáctica. Convertimos lo que debería ser una agradable experiencia para nuestro hijo o hija en un lamentable espectáculo.
El deporte llamado escolar no tiene ese apellido por tener lugar en centros educativos, sino por constituir un medio muy importante de la educación. Inculcar a nuestros hijos la idea de que el resultado esta muy por encima de los objetivos formativos solo consigue que se consideren a los niños y niñas del otro equipo como enemigos. Creo que la organización de campeonatos o torneos responde casi siempre más a los intereses y al prestigio de los clubes o asociaciones que aun proyecto educativo consensuado. Y al final la competición se convierte en una práctica elitista y selectiva, para la que tan solo son actos los mejores, los que ganan.
Esa competitividad mal entendida es uno de los embriones de una agresividad y una violencia que, casi siempre, tienen a los niños y jóvenes deportistas como testigos mudos ya que la grada (padres y madres) y los entrenadores provocamos bastante más del 50% de la agresividad en el deporte base. Nos amparados en el anonimato que nos proporciona ir en grupo, perdemos la cordura, la educación y el sentido de la responsabilidad. Y luego ocurre lo que ocurre aunque ya de poco sirva lamentarnos.
El tema es tan serio que tanto padres y madres como entrenadores de fútbol o esku pilota deberíamos reflexionar sobre la parte de responsabilidad que nos compete.
Joseba

CARTA DE UN NIÑO A SU PADRE
GARA egunkarian irakurritako eskutitza.
"¿Por qué has cambiado? Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites que soy el mejor, que los demás no valen nada a mi lado, que quien diga lo contrario se equivoca y que solo vale ganar.
Ese entrenador del que dices ser un inepto cuando no me pone, es mi amigo. El que me enseña a divertirme jugando y a querer éste deporte.
El chaval que el otro día salió en mi puesto… ¿te acuerdas?... sí hombre, aquel a quien estuviste toda la tarde criticando porque no sirve ni para llevarme la bolsa, como tú dices. Ese chico está en mi clase. Cuando lo vi el lunes, me dio vergüenza.
No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo suficiente calidad, que no llegaré a ser profesional del fútbol para ganar muchos millones y ser muy famoso como tú quieres. Me agobias. Hasta he llegado a pensar en dejarlo, pero me gusta tanto… Por favor, aita, no me obligues a decirte que no vengas a verme jugar."
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